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Sin duda, un proyecto muy especial para Pepita de Oliva, donde nuestra participación va desde el inicio hasta el final, de la mano con el cliente, atendiendo a sus ideas y necesidades. El proyecto surge de la idea de habitar en un espacio que pueda ser entendido como un refugio, y que recuerde a las viviendas nórdicas con cubierta a dos aguas y fachada de madera.
La vivienda se ubica en una parcela alargada con una diferencia de cota entre la calle y el fondo de 3 metros. Esta pendiente se aprovecha para crear dos volúmenes que emergen del terreno y confluyen en un punto, donde se encuentran las comunicaciones verticales y horizontales de la vivienda. Desde Pepita de Oliva, comenzamos a trabajar en el proyecto planteando un volumen de lineas formalistas y cubierta a dos aguas, que respondiese a las necesidades del cliente y abarcase el programa demandado.
El proyecto apuesta por materiales nobles, como el hormigón, el zinc, el aluminio y la madera. Para reforzar el concepto, se escogió este último para el suelo con un sistema de calefacción radiante, que aporta calidez en contraposición con la frialdad de los muros de hormigón. La fachada está revestida también de madera, en este caso teñida de negro. Las carpinterías son de aluminio y la cubierta de zinc. Otro aspecto de gran importancia en este proyecto ha sido el tratamiento de la luz. Durante el día la vivienda cuenta con una serie de huecos en fachada que permiten el paso de la claridad del exterior y generan una atmósfera natural y armónica con los elementos del interior.
En la escala del mobiliario, también hemos tenido como propósito la selección de materiales naturales, como el lino, algodón, lana, piedra o madera, entre otros. Todas las piezas y objetos que nos encontramos tanto en el interior como en el exterior han sido escogidas y diseñadas por Pepita de Oliva; el mobiliario, la cubertería, mantelería, toallas, sábanas, jabones, etc… Contando con los oficios y fábricas locales con los que el estudio trabaja desde su origen.